Fin du bien-être dans nos Pays...Fin des Belles années!
Alors que la Bourse de Lisbonne ouvre la semaine "en perte", voir article,
voici un article de la Vanguardia espagnole de ce jour, dont le titre indique la fin des "belles années" et de l'état de bien-être!
Mon Dieu, pour qu'un Pays se lève de sa tourmente, il faudrait un consensus de sa population. Seule l'adhésion pourrait nous faire voler
un peu plus haut!
Rosario Duarte da Costa
17/05/2010
A bolsa em Lisboa iniciou a semana em baixa com o PSI-20 a perder 1,39 por cento para os 6.913,87 pontos, em consonância com as praças europeias e com as asiáticas que sofreram esta segunda-feira a maior queda dos últimos seis meses.
- 8h33
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Dos títulos cotados no PSI-20, 17 seguem em baixa e três negoceiam inalteradas. A banca e Galp Energia estão entre as mais penalizadoras.
O BCP segue a desvalorizar 2,46 por cento para 0,634 euros, seguido pelo BES que perde 2,25 por cento para 3,079 euros.
Em baixa está também a Galp Energia que cede 2 por cento para 11,27 euros. No sector das telecomunicações, a Portugal Telecom está a desvalorizar 1,44 por cento para 27,615 euros, enquanto a Sonaecom perde 1,74 por cento para 1,266 euros.
El 8 de mayo se escenificó para nosotros el principio del irreversible final del llamado Estado de bienestar
Pensaba en la lentitud de Zapatero al escucharle a las puertas de la Moncloa, tras su reunión de cuarenta minutos con Joe Biden, vicepresidente de EE.UU. El
presidente estaba más torpe de lo habitual, más lento que nunca en articular sus frases. El silencio se abría como un precipicio entre sujeto y verbo, entre verbo y complemento, masticando antes
de cada adverbio. ¿Qué estaba pasando? Ni las frases más vacías hallaban su vía habitual. ¿Estaba distraído, cansado del vuelo a Bruselas, de golpe se había tornado meditativo? A primera vista,
parecía que el presidente se había puesto beckettiano, improvisado actor de esos textos de Beckett que contienen más indicaciones de los silencios que palabras para pronunciar. Costaba comprender
hasta la oración más simple.
¿De qué habían hablado antes estos hombres? El día después, apenas había pistas, más allá de la visita de ambos a la Brigada Paracaidista o del cruce de sonrisas y elogios, un pelo pasados de
rosca. Nadie llamó la atención sobre este colapso en la locuacidad del inquilino de la Moncloa, ni sobre los temas que los mandatarios habían abordado. Era el sábado 8 de mayo. Estábamos de pleno
en la semana más turbulenta de la historia europea reciente. La prensa americana, sin embargo, ofrecía algunas pistas. The New York Times explicaba que Biden le había pedido medidas
"resolutivas" para fortalecer la economía y dar confianza a los mercados. The Washington Post ofrecía el detalle, insólito aquí, de que la mitad del tiempo se había ido en discusiones
económicas sobre los problemas que hundieron a Grecia y ahora "amenazaban" a España. Y además, añadía: "Era el paso más público hasta la fecha de un esfuerzo concertado de la Administración Obama
para empujar a los líderes europeos a responder más agresivamente a la crisis".
El rictus de Zapatero y su bloqueo expresivo salían de ahí: el avance de medidas en Bruselas, el día antes, no bastaba. El domingo, Obama hablaba con Merkel y hasta el martes, como es sabido, no
llamó a Zapatero. Se ha interpretado la llamada como una presión al presidente español. Pero no es inverosímil pensar que, en realidad, trataba de saber si ya había preparado los deberes. Para
entonces, Zapatero había disfrutado de tiempo suficiente para digerir el sapo de Biden y, previsiblemente, pudo avanzarle a Obama las drásticas medidas que iba a anunciar el día después. Puede
leerse la estupefacción en el rostro de Zapatero, tras almorzar con Biden, como aquella otra, de gran trascendencia histórica, que ocupó el amplio rostro de Felipe González tras hablar con Ronald
Reagan en junio de 1983. También entonces el presidente español se quedó, y disculpen, con cara de besugo. Había subido al avión como un decidido partidario de sacar a España de la OTAN, pero
menos de un año después ya había dirigido el definitivo giro atlantista de su gabinete que condujo al referéndum de 1985.
Hay minutos tan densos que cambian trayectorias de décadas. Desde Homero hasta Tolstoi, cualquier lector conoce esos "momentos de desamparo total en que la ausencia de elección dicta la
decisión", como explicó Rachel Bespaloff: "El devenir del universo está suspendido en este impalpable silencio que sólo dura un instante". Eso sucedió a las puertas de la Moncloa, cuatro días
después del hundimiento del Ibex, tres de la reunión con Rajoy ("buscando el efecto espantapájaros", como señaló Jordi Barbeta) y uno tras los siete minutos trágicos que hundieron en el pánico a
Wall Street. Ahora, la paranoia de las teorías conspirativas disculpará la gestión de la crisis de nuestros gobernantes, en nombre de no se sabe qué "gobierno en la sombra" de los poderes
financieros y empresariales: algo así como la versión actualizada del filme que da título a este artículo, respuesta de la conspiranoia fílmica al asesinato de John F. Kennedy. Pero ahí, el
sábado 8 de mayo, se escenificó para nosotros el principio del irreversible final del llamado Estado de bienestar. ¡Que se preparen los más débiles, pensionistas y dependientes!
Para quien estuviera atento, ya José Luis Pardo mostró hace tres años la arqueología exacta de este momento en Esto no es música (Galaxia Gutenberg), sin duda el libro filosófico más
importante de la década, y no sólo en España. Justo cuando George Harrison daba por terminada su versión de I, me, mine y, con ella, la existencia de los Beatles: ahí se inició,
paradójicamente a manos de los ultraliberales libertarios, viejos progres convertidos en canallas, el paulatino desmontaje de todas las estructuras de protección del Estado de bienestar. Pronto
este modelo, sugería Pardo, será rechazado como un error de la misma índole que el fascismo o el totalitarismo soviético. Que Dios nos pille confesados. La que va a caer ya no es apta para
cardiacos.
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